Hay veces en que las miradas acaban en puntos supensivos.
En que las miradas se colorean de cálidos acordes.
Esas veces en las que las miradas huelen a chocolate.
Y la sencilla caricia de un dedo extraviado en un hombro desconocido
es suficiente para hacerte saltar de tu lugar.
Porque las palabras a veces no son necesarias,
pues las miradas tienen tantas dimensiones.
Y de esas veces en que las miradas tocan y besan... ah que momentos tan ricos y divertidos.
ResponderEliminarg.