"Soy la orilla de un vaso que corta, soy sangre"

domingo, 10 de mayo de 2009

Algo que escribí hace muchos años

Nunca se es muy viejo para el Rock & Roll

Sentado en el viejo banco de madera, sosteniendo su viejo micrófono Steren con el interruptor roto, yacía en ese viejo bar abandonado, en donde hace tantos años había existido un grupo de rock, Rodrigo, el vocalista de aquel grupo. Un sujeto de tez morena y mirada triste, forjada durante varios años de soledad, cabello largo y rizado. Su vestimenta poco había cambiado desde aquel entonces, los mismos viejos pantalones negros con la bastilla desgarrada, su camiseta con estampado de Iron Maiden y sus botas de motociclista. Recordando aquella canción que encendía el fuego dentro de él ( The Trooper ); una lágrima de nostalgia rodó por su mejilla. En eso la puerta se abrió, rápidamente se secó la lágrima y al levantar la cabeza vio entrar a un tipo de cabello corto, mediana estatura, tez blanca... e inmediatamente se levantó de su asiento, caminó hacia él y lo recibió con un efusivo abrazo. Era Javier, su amigo de la infancia y ex guitarrista de aquella banda de rock que fundaron juntos. Durante más de una hora parlotearon sin parar para tratar de recuperar el tiempo perdido, pero por mas que hubieran hablado durante días y días sin parar, esto no habría sido suficiente para contarse todo lo que habían vivido durante esos años sin verse. Cuando por fin Javier desenfundó su guitarra, mas recuerdos inundaron la cabeza de Rodrigo al notar que era la misma Squier by Fender de color negra con la carátula blanca que había ofrecido ritmos tan precisos y técnicos. Poco después la puerta del bar se abrió nuevamente y entró un tipo alto, corpulento y con el pelo corto. Este era David. En otros tiempos había sido el mejor de los 2 guitarristas de la banda, pero eso estaba por ponerse a prueba. Su rapidez y su técnica siempre habían impresionado.

Solamente faltaban José y Fabricio. José era el baterista, desertó del grupo cuando salió su segundo disco para formar una banda de música gótica. Se llamaban “Los Cuervos de la Tempestad”. Él y toda su banda murieron al estrellarse el autobús en el que viajaban, en la que sería su tercer gira de conciertos por el norte de Europa. Fabricio había sido el bajista. Dejó el grupo después de la salida del primer disco, murió poco después de que se desintegró su grupo punk “Sociedad Porcina”, de una sobredosis de cocaína en la sala de su casa.

Y al estar los tres amigos juntos otra vez, un extraño sentimiento de alivio llenó las mentes y corazones de cada uno, como si nunca su hubieran separado. Entonces una melodía familiar salió de las cuerdas de la Playmate plateada de David, era esa triste canción que se le había dificultado tanto aprender a Rodrigo, “Fade to Black”. Aquella canción significaba tanto para él, pues representaba los sentimientos que lo habían acompañado durante los largos años de soledad que vivió después de la desintegración de su banda. Al finalizar la canción, los tres se miraron durante un momento, sin pronunciar palabra. Aquel sentimiento que tanto odiaba Daniel, lo arrastraba cada vez mas dentro, y al darse cuenta de esto David, rápidamente colocó su dedo anular en la quinta cuerda séptimo traste y empezó a tocar esa canción de la que les relaté con anterioridad, “The Trooper”. Al escuchar estas notas Rodrigo sintió como la adrenalina lo sacaba de ese hoyo en el que poco a poco se hundía, y al escuchar el octavo tiempo del segundo riff, de un grito y con una voz ya hace tiempo acabada, salió de su garganta ese legendario verso ¡ You take my life, but i´ll take your´s too!, que lo inspiró como el primer día a cantar con toda su alma lo que restaba de la canción, es así como sintió de nuevo el fuego del Heavy Metal ardiendo dentro de él. Un fuego que jamás se extinguió y de que, ahora estaba seguro, jamás se extinguiría.

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